Entró la niebla en
el azul de sus ojos
llegó la tormenta a su pupila
que escupió la última lágrima y vislumbró la última
luz
volaron los vientos que retumbaban en su oído
y callaron los lamentos de los árboles y el ruido
de las calles, de los mares, de la gente;
y solo quedó el sonido último del último destino.
Se secaron sus labios y dejó de sentir frío
y frío se volvió el tacto y el tacto se apagó frío.
Su corazón olvidó el ritmo, se cansó y quedó dormido
y de su alma ya rendida llegó su último suspiro,
y cuando su mente y la muerte se miraron sin vergüenza,
sin sentidos, sin
barreras, sin caminos por andar;
El suspiro de su alma ya dejó de suspirar
y en su vez llegó un callado grito de infinita libertad.
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