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Santander

Santander se agranda y se hace pequeña entre la mar; una mar cuyas aguas son parte de las calles más que las calles mismas, y su viento trae palabras que ya poco se utilizan, historias de tenues luces que lucen más cada día y hacen sombra a las personas, las mareas y las vidas. Historias de cañas de noche sobre la piedra fría esperando con el dueño a las ya pocas sardinas. De barcos viejos, pintados de olvido y redes vacías.

Una bahía llena de palabras esperando a ser pescadas y notas que ojalá en alguna red caigan.

Bajo la luz de la segunda luna. (Incompleto)

SOBRE LA LUZ DE LA SEGUNDA LUNA
















SOBRE LA LUZ DE LA SEGUNDA LUNA



Caminaba otra vez, sin rumbo, buscándome, buscándose; buscando. Caminaba con la vista fija en el sendero de piedra, de barro o de arena; lo mismo daba aquello. La misma niebla que nublaba constantemente sus apagados ojos y la misma luna llena en aquella noche infinita que parecía seguirlo en cada uno de sus perdidos pasos. Y el mismo camino, su camino.
Y seguía sin encontrar una sola huella, una sombra, una estela. Nada ni nadie sobre aquella tierra. Seguía el camino como la única esperanza de encontrarlos. Pero la niebla, aquella maldita niebla no le dejaba ver, le enloquecía, como también el ensordecedor silencio que le rodeaba. A menudo hablaba para romper el ambiente vacío. Gritaba esperando respuesta y siempre le respondía lo único que allí había; el silencio rompiendo su voz. Pero buscaba, seguía buscando; porque no podía estar solo, tenía que haber alguien más. Sin embargo una noche había abierto los ojos y se había encontrado con un planeta abandonado. Sin gente, ni coches ni ruido. Solamente quedaban proyecciones de los edificios vacíos y las carreteras, las farolas encendidas y todos los relojes muertos. Y en algún momento había dejado de andar por la autopista y se había encontrado en un bosque. Las farolas ahora eran árboles y la carretera un río sin agua lleno de hojas marchitas, piedras, barro o arena; lo mismo daba.
Entonces dejó de andar; eso me sorprendió,
<< ¿Qué pretendes hacer ahora si no es andar? >>  seguramente no me habrá visto-.pensé-

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No quería andar más, algo me llamaba, una extraña sed. Además no había nadie; sabía que no encontraría a nadie, estaba solo desde que el sol se apagó. Debieron morir todos, todos excepto yo. ¿Pero por qué justamente yo? Ahora estaba en un mundo vacío; sentía que no debía estar allí. Me decidí a sentarme y contemplar una vez más la luna. La luna radiante, redonda, inmensa, gélida y perfecta. Allí estaba la respuesta, lo sabía. Mi vía de escape, lo único que seguía intacto.
¿Por qué me has dejado atrás? ¿Por qué a mí? Ya no sé dónde buscar. Me oyes, me ves, me velas. Pero no me escuchas, ni me miras, ni me esperas. Ya no brillas tanto, ya no me recuerdas. Sigues adelante, yo bajo la tierra. ¡Devuélveme el color y el viento, el mar y la lluvia, el sonido y el tiempo!
—(silencio)
—¡Dime que has hecho con la vida! ¿A dónde te has llevado el mundo?
Nada tenía sentido, mejor dicho la nada no tenía sentido. Pasé un tiempo más contemplando la luna, quizás segundos, quizás días, quizás ni siquiera había luna y era otra visión mía. Y allí estaba, sobre la piedra dura, las hojas muertas o la tierra viva; lo mismo daba. Para cuando me quise dar cuenta volvía a caminar por el siniestro sendero envuelto en las sombras de los árboles muertos sobre el río seco que ya no era sino un desierto, dunas a los lados y grietas profundas marcando el camino.

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Seguía andando enloquecido por el camino como siempre, pero entonces se había detenido y se había sentado y había comenzado a gritar y preguntar, a gritarme y preguntarme. Obviamente no obtuvo  respuesta alguna y eso pareció desilusionarlo de verdad por que se quedó allí sentando una breve infinidad  tras la que se levantó y siguió a lo de siempre, dejando las huellas marcadas en lo que ahora parecía un desierto.

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Empecé a pensar entonces en cómo había llegado a donde quiera que estuviese. Lo último que recordaba fue abrir los ojos en mitad de la noche. Y no había nadie en la calle, ni ruido ni lluvia ni aire. Y aquella niebla cegándome. Entonces había sentido un miedo sobrecogedor e irracional, me Habia quedado quieto mirando el siniestro paisaje que me rodeaba, paralizado sin entender que podía estar pasando; y entonces se me había ocurrido mirar al cielo, y allí la luna desde lo alto me devolvió su cruel fría mirada. Y esa mirada despertó algo dentro de mí. Un recuerdo un deseo de libertad, de respuestas. Al volver la vista al suelo me encontré caminando en una infinita carretera de tenues farolas; y allí seguía, buscando las huellas de otra alma viva bajo la desafiante mirada del ojo encendido en el firmamento.
Recordando esto la volví a mirar, con odio, con admiración; y vi que ya no brillaba tanto, se estaba apagando, ya lo había notado antes pero lo había achacado a la niebla. Pero no brillaba tanto como en el primer paso. Se estaba apagando como ya hizo el sol. La maldita luna que se lo llevó todo, se quedo las vidas, el agua, los colores y las risas y me dejó a mí, sólo a mí.
—¿Por qué ya no está el sol? ¿Por qué está el río muerto? ¿Por qué no me llevaste con todos al cielo?
Aquella vez no fue el silencio quien respondió. Ni tampoco la luna. Al final de lo que mi vista alcanzaba a ver, había una silueta, la sombra de una persona entre la bruma.
—¿Por qué hablas, si nadie te escucha? Gritando a los cielos a la verdad luchas.
Aquella voz me estremeció, me dejó helado, aterrorizado; más que el río seco, el mundo muerto o el sol apagado. Aquella voz me resultó escalofriantemente familiar y con ella el silenció se rompió en mil pedazos y yo, sin poder dar un paso o gesticular una palabra me quedé mirando como el hombre se acercaba hacia mí. Cuando estuvo a dos escasos metros de distancia se detuvo y me miró. No podía ver su rostro, <<maldita niebla>> pensé. Me recorrió con su mirada invisible y repitió con esa aterradora y calmada voz:
—Habla, por qué hablas
    cuando ya nadie escucha
    cerrando los ojos
    a la verdad luchas.
    Caminas buscando
    entre tierra viva
    entre piedra muerta
    entre hoja marchita;

    buscas, por qué buscas
    si tú estás perdido
    perdido buscando
    en tu propio olvido.

    y esperas al alba
    en cada luz fría
    que ya no refleja
    su brillo en la orilla
    en la orilla negra
    del ya seco río
    donde hay solo piedra
    y hoja marchita.
    Y tú eres tú solo
    Y la tierra viva
    solo tú y tu luna
    luna que ciega
    tu sueño en la bruma.
—¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿Dónde están el resto? ¿Cómo sabes tanto? ¡Me has estado viendo! Y yo desesperado…
Quien soy nada importa, soy real y nada más.
¿De dónde vienes entonces? ¿Dónde está toda la vida? Llevo buscando siglos, años, segundos o días; lo mismo da eso.
Como toda respuesta la sombra alzó la mirada hacia la luna.
—¡Lo sabía! Allí es donde están todos, se ha llevado la vida, se ha quedado con el sol con el agua, el calor, la música…
No digas estupideces. Es solo una esfera de piedra que brilla, sólo la luna. Por un momento deja tus pasos y piensa: ¿A dónde te lleva el camino? ¿Por qué andas sin destino? ¿Qué es lo que buscas si eres tú el que estás perdido?
Asimilé lo que me decía aquella voz sabia pero escalofriante al mismo tiempo. Desde el primer momento Habia hablado solo, con la luna; caminaba sin rumbo alguno y buscaba sin siquiera poder ver, <<es verdad - pensé- es una locura>>
Ahora por fin Habia encontrado a alguien, alguien con respuestas. Cierto que sus respuestas consistían en más preguntas pero era algo al fin y al cabo.  

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Cada vez se le veía más borroso, más distante. Había seguido caminando y se había encontrado con un hombre, no más que una sombra a mis ojos. Ahora era aquel hombre quien tenía que aguantar sus desesperadas preguntas y no yo. Cada vez me alejaba más de él y me acordaba menos. Seguramente el hombre ya lo habría notado a su modo pero ahora tenía otras cosas de las que preocuparse como era hablar con aquella silueta.

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El pobre no tenía ni idea de lo que pasaba, por fin me habia encontrado y no se acordaba de nada, estaba totalmente perdio y yo tampoco podía contarle lo que estaba pasando. Siguió allí parado enfrente de mí gritando desesperdo, esperando las respuestas que yo no le podía dar. Y allí se quedó, en mitad de aquel desierto alumbrado por una luna cada vez más apagada.
Estás andando en la dirección contraria, y ya no puedes dar la vuelta -le dije-
¿Cómo he llegado aquí? ¿Estoy soñando verdad? Sólo es un sueño, sólo es un sueño…
El que sea un sueño no quiere decir que no sea real. Y por otra parte si quieres saber cómo has llegado aquí quizás deberías haber vuelto al lugar donde llegaste.
La ciudad, allí me desperté. Allí empezó todo, tengo que volver.
—Sin embargo has seguido caminando y te has alejado demasiado. Es demasiado tarde para dar la vuelta.
¡No! Tengo que volver, necesito volver, necesito encontrar la salida
Lo siento, ya es demasiado tarde, no pude encontrarte antes, quizás entonces hubieses tenido alguna oportunidad.
¿De qué estás hablando? ¿Quieres decir que no puedo despertar?
—Quiero decir que tu única opción es seguir caminando, no puedes hacer otra cosa.
—No…despertaré y todo volverá a ser como antes.
—¿Cómo antes? ¿Acaso sabes siquiera quién eres? ¿Sabes acaso cómo era el antes?
—Soy…soy yo. En un sueño no recuerdas cosas, no sabes quién eres y todo se confunde.
—En un sueño tampoco se pone uno a pensar en estas cosas ¿Me equivoco?
—Entonces... Esto es real, todo es de verdad
—bueno, los sueños son reales, a veces demasiado. Tan sólo intenta recordar. ¿Qué pasó antes de que abrieses los ojos? -yo sabía perfectamente lo que había pasado, pero  él tenía que averiguarlo para poder encontrar lo que no sabía que estaba buscando-
—¡No lo sé! No puedes pretender que me acuerde de lo que hice antes de dormir durante un sueño.
—Mira a tu alrededor y dime que es lo que falla aquí.
El hombre entonces se giró muy lentamente y recorrió el desolador paisaje con la mirada.
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Me volví lentamente y contemplé los colores y formas que me rodeaban por primera vez desde que abrí los ojos. Por supuesto lo había visto antes; la ciudad, el bosque, el río, el desierto… Pero hasta entonces no le había dado ninguna importancia, no me había fijado, no me había parado a mirar, sólo caminaba. Al mirar me di cuenta de que caminábamos sobre un estrecho puente colgante de madera que se extendía hasta donde mi vista no alcanzaba, no le di importancia ya que mi vista no alcanzaba a ver mucho a causa de la niebla pero si me fijé en que la última vez que había mirado a mi alrededor estaba en un desierto y ahora de repente caminaba por un puente rodeado de montañas rocosas como agujas que adoptaban formas extrañas como un fuego de piedra. Entonces pasaron por mi mente como si alguien hubiese abierto el grifo de los recuerdos imágenes de un sendero, montañas, árboles, lagos, un río inmenso y un pequeño puente de madera. <<Ya he estado aquí>> -pensé-.
—Sí, en cierto modo si has estado aquí, pero no como ahora. Todo ha cambiado ¿Verdad?
—Ahora todo está muerto, seco y amenazador. ¿Qué ha pasado? ¿y cómo has sabido… -No pude acabar la frase-
—Nada, todo sigue como antes; eres tú quien lo ve de esa manera. El mundo no ha muerto, me temo que no…
En aquel momento no entendí aquellas palabras, todo parecía surrealista, me estaba volviendo loco, más loco.
—¿Es por la niebla verdad? Me está volviendo loco. Es eso lo que me hace ver así las cosas, es lo que mató al resto.
La sombra negó con la cabeza, me miró fijamente y dijo:
—El resto no han muerto. Las cosas que ves no son como tú las ves. ¿Qué te hace pensar que la niebla no es también cosa tuya?
—Eso es ridículo, ¿cómo iba a imaginar la niebla?
—No, no te la imaginas, la niebla es real. Pero sólo para ti. Sólo para tus ojos apagados —añadió tras un breve silencio cargado con el peso de la verdad-.
Entonces lo entendí. Lo entendí todo sin poder creerlo, Las piezas comenzaron a encajar macabramente en la respuesta. No podía ser cierto, sin embargo, tenía más sentido que fuese uno a que fuesen todos.
—Entonces…el sol no se ha apagado, el mundo no ha muerto, pensé que todos habían muerto pero…
—Tú  eres quien ha muerto para todos.
Derrotado caí de rodillas en el suelo del embarcadero en aquel océano vacío sin admitir lo que ya sabía y me había negado a ver. Entonces me di cuenta de que la luna se había apagado casi por completo y entendí que me quedaba algo por entender.
—La luna –me temblaba la voz- la luna, ¿es real verdad? ¿Qué significa? La sombra me miró como esperando a que yo mismo me respondiese y tras un silencio perdido en el tiempo dijo:
—La luna se apaga porque se están olvidando de ti. Porque ya has entendido, ya nada te retiene aquí.
Aquella sombra lo había sabido todo desde el principio, estaba muerto, ¿Quién era la silueta? Primero pensó en los mitos, la figura de la muerte encapuchada segando vidas con su guadaña pero descartó la idea rápidamente. Estaba muerto, no podía dejar de pensarlo, yo estaba muerto. ¿Quién era él? Entonces recordé la primera vez que oí su voz, aquella voz espeluznantemente familiar, y como siempre sabía lo que yo pensaba. Entendí quien era entonces y una vez más se adelantó a mi pregunta para confirmar mi teoría.
—Al fin has comprendido, yo no soy más que tu mente, tus recuerdos, tu conciencia, tus sentimientos; todo lo que perdiste al quedar muerto que se quedó en la luna con el resto. Vine a hacerte entender. Y ahora que ya entiendes, sabes otra vez todo lo que yo sé, y tus recuerdos, tu conciencia y sentimientos, y ya no tienes que hablar conmigo pues vuelvo a ser tu pensamiento, volvemos a ser tú sólo. Ya podemos seguir adelante.
En efecto la sombra había desaparecido y entonces lo recordé todo, toda mi vida y mi muerte en el mismo instante. La niebla comenzó a disiparse y supe que no había sido más que el apagado de mis ojos muertos. La luna ya no se veía; en vez de eso los primeros rayos del sol aparecieron por un horizonte más nítido que nunca. Las hierbas volvieron a nacer, el sol devolvió la luz al día, la luna devolvió el brillo del sol, el mar devolvió el agua a la orilla, el día devolvió al mundo el color;  otra vez abrí los ojos y volvió a mi mente la razón. Se abrió un nuevo camino, hecho de luz al infinito, y atrás dejé sin miedo, el mundo que quise de vivo.

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