De que la muerte mate
Y de que mi hogar, entre la tierra halle
De escuchar siempre silencio
Y que mi pasado calle
De ver solo oscuridad
De recordar a nadie
Es tiempo de volver al aire.
Santander se agranda y se hace pequeña entre la mar; una mar cuyas aguas son parte de las calles más que las calles mismas, y su viento trae palabras que ya poco se utilizan, historias de tenues luces que lucen más cada día y hacen sombra a las personas, las mareas y las vidas. Historias de cañas de noche sobre la piedra fría esperando con el dueño a las ya pocas sardinas. De barcos viejos, pintados de olvido y redes vacías.
Una bahía llena de palabras esperando a ser pescadas y notas que ojalá en alguna red caigan.
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